Una de las zonas sidreras por excelencia en Euskadi es Astigarraga. Está en medio de montañas, muy cerca de Hernani. Para que conozcáis más cosas acerca de las auténticas sidrerías vascas (sagardotegias) os recomiendo que le echéis un vistazo a este artículo en el que cuento todo lo que hay que saber para conocer a fondo el alma de una sagardotegia.
Aquí van mis sidrerías favoritas. Hay muchas más, pero estas me parecen imprescindibles.
Disfrutadlas, porque son lugares increíblemente auténticos.
Sidrería Petritegui
Astigarraga
Petritegi Bidea, 8
Caserío productor de sidra desde 1527
Aquí me corrí yo con mi hijo nuestra primera juerga juntos, cuando él tenía 18 años recién cumplidos. Fue una juerga, juerga. De las grandes, de las buenas: a lo vasco.
Os lo contaré algún día, porque fue memorable.
Bueno; al lío: el enorme comedor de la Petritegui está lleno de grandes mesas de madera maciza, sin manteles, sobre las que reposan las barras de pan (una por comensal), y las tradicionales servilletas de tela. La gente va ocupando estas mesas, según llega. Cada uno coge un vaso y se dirige a la enorme sala donde se encuentran las enormes kupelas[1], llenas de sidra fresquísima. Alguien va diciéndote a cuál de ellas puedes dirigirte para escanciarla en tu vaso; a voluntad, tantas veces como quieras.
La parte seria del ritual, comienza con un par de chorizos con los que el mesonero te roba el alma, nada más llegar. De esa forma calman tus nervios y te entretienen, haciendo tiempo, hasta que llegue la inconmensurable tortilla de bacalao con cebolla, que está «pa morirse la gente», que decía mi padre.
Después viene el bacalao frito con pimientos. Después su merlucita a la espalda, con sus ajitos fritos. Después su peazo chuletón, que es de los que te dejan sin aliento, en cuanto te colocan delante. Después su idiazábal, con nueces y membrillo.
Y venga sidra, y más sidra.
No os la perdáis.
[1] Barricas o pipas de gran tamaño donde se guarda la sidra, lista para su consumo inmediato.
Sidrería Lizeaga
Astigarraga
Paseo Martutene, 139
Este caserío ya era conocido en el siglo XVI, por elaborar una de las mejores sidras de la zona. Se llamaba, entonces, Gartziategi.
Su propietario, el Conde de Peñaflorida, lo tenía alquilado a la familia Lizeaga, que era la que -generación tras generación- mantenía la actividad sidrera del lugar.
A principios del siglo XX, los Lizeaga reunieron lo suficiente para comprar el caserío, pasando así de inquilinos a propietarios.
A partir de ahí, enfocaron sus esfuerzos en mantener el aspecto, los usos y, sobre todo, la autenticidad de esta centenaria sagardotegia. Han apostado muy en serio por el respeto absoluto a sus raíces, y por la recuperación de las tradiciones sidreras. Eso es algo que no tiene precio, en los tiempos que corren. Y que se nota – claro está- cuando te sientas a la mesa, ante un impresionante txuletón. Bajo la mirada de las viejas kupelas, y de los más de 450 años de historia que tienen los muros de este caserío.
Y para finalizar os presento esta otra, que ya está en otra zona:
Sidrería Urberu
Lugar Elorriaga, 2
Unas cuantas cintas de carne sonrosada, bien dispuestas sobre un impecable mostrador, te reciben al entrar; como promesa de que lo que te espera allí hoy, es lo mejor. Tras el mostrador, el jefe de la parrilla, hacha en mano, va cortando chuletones con golpes certeros. Y va colocándolos, después, sobre las brasas, de forma ceremoniosa.
El comedor es grande. Sus enormes mesas y sus bancos corridos de madera maciza, están dispuestos a la antigua usanza. A fin de cuentas, la trayectoria de esta sidrería cuenta ya con varias décadas de historia, desde sus inicios en 1980.
Aunque Urberu presta especial atención a la carne, un paisano viejo, que fue quien me descubrió este sitio, me recomendó comer también el cogote de merluza a la parrilla. Y -atención- la tortilla de bacalao. Me suele dar muy buen resultado seguir, a pies juntillas, las indicaciones que me dan mis «informantes». Y esta vez también volvió a ser un acierto hacerlo así.
Y, si os fiais de mí, creo que también a vosotros os merecerá la pena. La experiencia de comer en el Urberu, se define en dos palabras: Im Presionante…