Hay que ser muy valiente para atreverse a sentar cátedra en materia churrera. Yo no lo pretendo. Sólo he seleccionado aquí las que -a mi entender y después de muuuuchos desayunos en la infinidad de fábricas de churros- son las que más garantías de autenticidad me merecen… Eso sí: no perdono a las más antiguas que hayan sacrificado su aspecto original, que las ha dejado desprovistas de su alma y de parte de su historia.
En cualquier caso, si queréis saber más cosas acerca de la historia de los churros madrileños, no podéis perderos el artículo que escribí y cuyo enlace os adjunto aquí
Bar El Brillante
Plaza Emperador Carlos V, 8 (frente a estación de Atocha)
Ya he contado antes la historia completa de este establecimiento, en su faceta como uno de los bares más emblemáticos de Madrid. Pero si os hablo de El Brillante, como churrería, es porque, realmente, sus churros han sido (y lo son, todavía) absolutamente legendarios. Los mejores eran, indudablemente, los del «brillante» de la calle Doctor Esquerdo, que ya ha desaparecido. Pero la receta de éste es idéntica. Son los clásicos, de lazo; hechos al momento.
Si, cuando vayáis a Madrid, lo hacéis en tren, y llegáis a Atocha por la mañana, cruzad la calle y dirigíos directamente a El Brillante. Y regaladle a vuestro chaleco una ración de churros. O un par de porras, con café con leche.
Eso es lo que hago yo siempre.
A eso es a lo que se le llama «entrar en Madrid por la puerta grande».
Chocolatería San Ginés
San Ginés, 5
Los castizos llaman a este sitio «La Escondida». Cuando vayáis entenderéis por qué.
Lleva siendo -desde el año 1894- uno de los lugares más populares de la capital.
No cierra jamás sus puertas. Veinticuatro horas dan para albergar muchas historias, pero las más tremendas tienen que ver con los personajes que van allí de madrugada, a desayunar, después de haber estado dándolo todo, durante las largas farras del Madrid nocturno.
Otras historias -tal vez no tan épicas, pero mucho más notorias- son las que algunos ilustres, de la talla de Valle Inclán o de Galdós, plasmaron en algunas de sus novelas.
Por lo demás, la fama de San Ginés ha convertido este lugar en uno de los must see de los circuitos madrileños.
Los turísticos también, me temo.
Majaderitos
Cádiz, 9
Mi churrería preferida. Es una debilidad, lo siento. Ya sé que los churros no son los típicos de lazo, y que el local no ha conservado nada de sus trazas originales del año 1955, que fue cuando se abrió… Pero, para mí, sus churros (fabricados allí mismo, al momento) son los mejores de Madrid.
Rocablanca
Fuencarral, 71
Todo un clásico de la calle Fuencarral. Pura esencia madrileña, de bar de toda la vida.
Abrió sus puertas en el año 1974.
Fabrica churros de lazo, de esos que justifican venir aquí a desayunar, aunque estés en la otra punta de Madrid.
Además, si te llevas un periódico, puedes quedarte sentado en la barra, a esperar a tener hambre de nuevo, para hacer honor a las croquetas. Son también de escándalo.
Madrid 1883
Espíritu Santo, 8
De su larga historia solamente quedan… sus churros. Que no es poco, eso sí, porque son legendarios.
De su fisonomía original no queda nada.
Tal y como declara su propio nombre, fue fundada en 1883 por Ángel Huertas. A diferencia de otras de su época, esta churrería nació con una vocación mucho más popular. De hecho, para conseguir que el café resultase más asequible a los clientes humildes, en aquella época vendían también café de recuelo[1], elaborado con los posos sobrantes de los cafés de los salones de lujo.
Nada de eso mermó la calidad de los buñuelos, churros y porras del local, que se ha convertido en el referente más castizo del Arte Churrero del Madrid decimonónico, y en uno de los más antiguos de España.
[1] Café elaborado con los posos sobrantes de un primer cocimiento.
Churrería Milagros
Cardenal Silíceo, 3
Si andáis por el barrio de Prosperidad, tenéis la suerte de poder venir aquí, a disfrutar de churros tan buenos como los mejores; sin necesidad de desplazaros al centro.