La Casa de las Torrijas
Nivel 4
Calle de la Paz, 4
914 452 012.
El Anciano Rey de los Vinos
Pocos saben que esta casa la fundó, en 1907, un bodeguero de Tomelloso, llamado Luis Montón. Este hombre, era un bodeguero manchego, que comercializaba sus vinos bajo las marcas «El Viejo» y «El Anciano Rey de los Vinos».
En aquella época, hablar de vinos en Madrid, era sinónimo de hablar de vinos de Valdepeñas. Los vinos de La Mancha eran los que se bebían, casi exclusivamente, en la capital. De hecho, hasta bien entrados los años 50, cuando en una tasca alguien pedía un vino, siempre decía «ponme un valdepeñas».
Quiero decir con esto, que don Luis sabía bien lo que se hacía, cuando abrió el «As de los Vinos» (que es el nombre original de la taberna): su objetivo era poder vender, directamente y sin intermediarios -y en pleno centro de Madrid-, los vinos que elaboraba en sus bodegas.
Debió de funcionarle muy bien la idea, porque, dos años después, en 1909, abrió otra taberna, frente al Palacio Real, a la que llamó por el nombre de

su marca «El Anciano Rey de los Vinos». Montó don Luis su taberna del As de los Vinos, con arreglo a los cánones estéticos de la época. Es decir, mostrador alto, mesas de mármol, bancos corridos y estrechos, arrimados a la pared; espejos, también corridos, y una suntuosa máquina registradora. Añadió a la decoración un zócalo precioso de azulejos de Tomelloso.
Cocina castiza y sin tonterías

En «La Casa de Las Torrijas» se mantiene todo intacto, tal y como era hace más de un siglo. Y en la cocina que se elabora, los guisos de cuchara siguen siendo los protagonistas. Así que aquí se puede disfrutar de un cocido madrileño en todo su esplendor, de unos callos magníficos o de unos torreznos crujientes… Las croquetas caseras son otra de mis debilidades. También el tapeo es muy contundente.
La historia de las famosas torrijas

Aunque es cierto que, desde un principio, la calidad de los vinos de la taberna atrajo a mucha clientela, la fama de su cocina castellana, y, más concretamente, de su postre estrella, la torrija, fue cobrando enorme popularidad. Por eso, con el paso de los años, el lugar pasó a ser conocido como La Casa de las Torrijas. Para hacer honor a su nombre, la taberna ha desarrollado infinidad de variantes sobre este postre, todas buenas.
Yo, aunque no soy muy goloso, siempre que he ido allí me he pedido una torrija.
Para disfrutarlas en todo su esplendor y meterse de lleno en la tradición del sitio, yo os recomiendo que las acompañéis con el vasito de vino semidulce que os sirven si lo pedís y que es fiel heredero de los que Don Luis servía en su época.

En fin, ya os digo: aprovechaos de que, afortunadamente, las cosas han cambiado muy poco desde entonces; todo se conserva como en sus orígenes.
Id allí, si andáis cerca de la Puerta del Sol o cerca de la Plaza Mayor, y daos un baño de casticismo madrileño. Porque aunque, hoy en día, son pocos los lugares donde podéis hacerlo, este es uno de ellos.
Además, si sois muy golosos, podéis incluirlo como una parada imprescindible si os decidís a conocer lugares realmente dulces, tales como las churrerías más auténticas del Madrid profundo.